Cuantas cosas están por suceder en su vida… es tan pequeña todavía, pienso en todo lo que está por conocer, todo lo que le falta por comprender. Mi bebé, de apenas 11 meses y 3 semanas, es curiosa y seria, hay que hacer mil malabares y el doble de muecas para que sus finos labios dibujen un esbozo de sonrisa. No hace más de tres meses que aprendió andar a gatas, un mundo nuevo se abrió bajo sus rodillas y las palmas de sus manos, cuando trato de imitarle en sus carreras improvisadas, ríe, pero yo termino con dolores en ambas rodillas que me cuesta ponerme en pie nuevamente, los bebés están modificados para no sentir ese mismo dolor que los adultos al andar a gatas, tal vez por el peso creo yo, prefiero tirarme boca arriba en el suelo del apartamento y que ella juegue con mi cara tocándome los ojos, la nariz o la boca de vez en cuando me toma del pelo y lo hala con una fuerza que no es propia de su edad. Por alguna razón, es curiosa con lo que se le pone enfrente, siempre va a la boca, es su instinto por sobrevivir, tiene que saber que es comestible y que no, supongo yo. No hay cosas que se encuentren en el camino que no vaya a la boca des el control remoto, las manos, juguetes, pequeñas migajas que encuentra esparcidas por el suelo, en una ocasión hasta se estiro totalmente boca abajo en el suelo para poder saborearlo, el dedo gordo de su pie, mi reloj, una botella de gaseosa y no la soda dentro de ella, las sabanas con las que duerme, chupetes y demás, pero cuando es hora de comer, después de que su laboriosa mami se ha pasado horas pensando y preparando los apetitosos alimentos, no importa que tan deliciosa este la comida, es un rechazo contundente, como si fuera el veneno más mortífero lo esquiva, bocado a bocado, es una lucha campal cada hora de la comida.
Cada vez que tengo la oportunidad de salir con ella, no la desaprovecho, aunque sea solo a comprar el pan francés a la esquina, ella acompaña a su papi con las ansias de conocer cosas nuevas, se ve en sus ojos, todo lo que ella ve es nuevo. Me detuve frente a un árbol, para que ella lo apreciara, viera la corteza y la sintiera en sus manos, ella se distrajo viendo las grietas y sintiendo el áspero color café en sus manos, dirigió su vista hacia abajo para ver de dónde provenía ese extraño objeto, luego hacia arriba para ver hacia donde se dirigía, creo yo que analizo por un momento que podía ser eso tan extraño que tocaban sus manos, y de un movimiento repentino y tan rápido como un medallista olímpico de atletismo, estiro su lengua para probar la corteza, saboreo un poco, mi reacción no fue tan rápida como hubiera deseado. Le gustan los sabores nuevos, es curiosa con eso, cualquier cosa que sea comestible y apta para su joven estómago trato que pruebe, aunque sea un pequeño pedazo. Le di sandia, su rostro se retorció en mil expresiones que no puedo describir, pero le gusto, el segundo pedazo fue más complaciente. Probó el jocote y no podía quitárselo de sus labios igual que la vez que le di mango, se comió quince uvas el otro día y un pedazo de pizza entero.
Pienso en todo lo que le hace falta por conocer, todas las texturas que tiene que sentir, las maravillas de este mundo que tiene que ver.
Qué oportunidad más linda la que tenemos como padres de ser sus tutores asignados para esta materia de la vida.
Qué oportunidad más linda la que tenemos como padres de ser sus tutores asignados para esta materia de la vida.
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