Siempre dispuesto a prestar ayuda cuando se necesita, y más
a los que están cerca, no fue la excepción, después de correr durante la semana
con uno y otro mandado, el día sábado se prestaba para lo mismo, y con buen ánimo,
aunque lo confieso, la cara podría decir algo diferente, me dispuse a sacar el
ultimo pendiente de la lista. Parecería que imprimir unas cuantas hojas seria
tarea fácil, pero las especificaciones del pedido hecho para niños era algo que
debía de tratarse con sumo cuidado. Ayudó la impresora, aunque no tanto las
tintas, el proceso quirúrgico para rellenar su contenido se hacía frecuente
cada 20 o 30 páginas y eran muchas las que estaban en cola, o sea, a pasar
horas en esa tarea.
Entrada la noche, solo en casa y con hambre, me dispuse llenar
el vacío de mi panza; de los muchos comestibles y exquisiteces, mi más grande tentación
relució ante mis ojos, en una tasa, un chocolate, no tengo datos de la fecha de
elaboración pero puedo asegurar que no tenía ni las 24 horas dentro del
refrigerador. Cena lista, un vaso de chocolate completamente helado con un
pedazo de torta, a chuponear se ha dicho, y continuando con las impresiones en
cola, rellenando cartuchos, feliz con mis alimentos.
Fue en el último sorbo de chocolate cuando aquel sentimiento
de conocimiento perfecto se presentó ante mí, <<Esto me va a enfermar>>
me dije. Acabé las impresiones, entregue el trabajo terminado y el malestar
incrementaba, la impotencia de querer hacer algo para evitarlo me llevo a tomar
una bebida efervescente con ánimos de sentirme mejor. A cama con una molestia
que parecía un piquete en la boca del estómago. No pasaron más de 20 minutos
cuando el piquete se había convertido en un cuchillo punzante; como todo buen “Jefe
de tribu” me levanté de la cama y en posición fetal con los brazos sobre el
abdomen, acurrucado en el sillón de la sala me dispuse a soportar el dolor,
<<No es nada>> me dije, pero después de una buena media hora de
dolor, pensando de manera lógica que el dolor era por algo dentro de mi estómago,
<<bendito chocolate. Que salga, por arriba o por abajo, pero que salga ya>>
pensé, pero el cuerpo no coopero, ni por un lado ni por otro, y el dolor
aumentaba, constante y amenazante, en toda
el área abdominal, insoportable y punzante. Creo que por un momento
perdí la lucidez, canté, creo yo, con el fin de pensar en algo más para alejar
el dolor, no resulto, me tire al suelo, con gemidos de bestia herida y el dolor
no menguo ni aun después de más de un par de arcadas, que según yo me iban a
curar. Desperté a la Matriarca de la tribu y pedí consejo, después de ver el espectáculo
y con ojos aun incrédulos me mando al hospital, pero cómo un Macho dominante podría
aceptar tal proposición, juro que fue el dolor el que habló y pidió por mi
madre, literalmente, a esas horas de la noche era la única que podría llevarme
al hospital.
Llegando al mostrador de las siempre amables enfermeras, el
dolor me dejo pensar y recordar que el bendito certificado no estaba presente,
pero solo fue un momento de lucidez, deje mis papeles y corrí por unas cuantas
arcadas más, de algún modo decidieron atenderme, cuando iba saliendo del baño
un doctor ya estaba esperando y me atendió. Lamento mucho que el dolor fuera
tan fuerte e intenso que no recuerdo ni su rostro, mucho menos su nombre, pero
nunca me había atendido una persona tan amable y que a vivas cuentas, amaba su profesión.
Después de un par de exámenes me quede en una camilla para observación, lo que
nunca había tenido en mi mano conocieron mis venas, con catéter puesto me
colocaron un suero y algún otro medicamento que pretendía aliviar tal dolor,
fracaso total. La bestia herida era ahora agonizante, rodando de lado a lado
sobre la pequeña camilla de hospital, olvidado, según yo, en uno de los
rincones, literalmente. Mi madre, de cuando en cuando asomaba su cabeza,
impotente de verme sufrir, y el buen doctor, revisaba el suero y el
medicamento, un par de comentarios jocosos, los recuerdo por que el rio, cegado
y sordo por el dolor creo que esboce una sonrisa por pura educación.
Cuatro horas pasaron y ya desesperado, el dolor no abandono
ni por un segundo su lucha. Ya con un par de sustos, según los primeros exámenes
el apéndice había explotado (por suerte solo fue el susto de esa noticia), fui
referido a otro hospital, donde me mandaron poner una bata blanca y con más
sueros me mandaron a otra camilla, nuevo hogar, por tiempo indefinido.
Justo antes de salir del previo sanatorio, mi padre había estado
afuera, esperando, en medio de la noche y tratando de dormir, parecía araña
dentro de la cabina con tal de encontrar una posición de alguna manera cómoda. Cuando
le vi, sin dudarlo le pedí una unción. Bueno es saber que esta el Sacerdocio en
la tierra nuevamente y que mí padre es portador de tal bendición, recordé a
Santiago diciendo: ¿Está alguno aenfermo entre vosotros? Llame a los bancianosde la iglesia, yoren ellos por él, cungiéndole con aceite en el nombre del Señor.
Subí a la
ambulancia y recostado en otra camilla me llevaron a mi nuevo destino, el
milagro hizo su trabajo y no más de 20 minutos después de la unción ya era solo
un pequeño piquete en el abdomen, aun así, me guardaron dos días en el
hospital, aburrido.
En broma digo
saber que es tener a un hijo, pero que dolor más insoportable aquel, aun no
tengo el veredicto del doctor, no sé si fue esto o aquello, pero me venció y me
noqueo por casi 5 horas.
A mi esposa
por sus sabios consejos, a mis padres por sus cuidados (ya tan viejo yo y todavía
me cuidan como a un pequeño, y no me da pena, que honor ser su hijo) y a aquel
desconocido buen doctor. Gracias.
Bueno, ya que contamos anecdoras de dolor...un dia de estos contare la del tamal....muchos la han escuchado a mi viva voz....pero es tiempo que transcienda fronteras y la plasme en internet
ResponderEliminarPor cierto, me mate de la risa con la autodenominacion "La bestia herida" jajajaja.
El de los tamales se va a hacer famoso por si solo... dale, contalo... jajaja
ResponderEliminarUn relato carente de información que nos permita validar la experiencia. El autor podría perfectamente haber llamado a este relato "Soñé que fui al hospital" o algo similar. Algunos factores que refuerzan la idea de que el relato pudo haber sido obra de la imaginación o, simplemente, un sueño son la aparición milagrosa de algunos protagonistas, no hay una descripción del contexto y la casi mortal tasa de chocolate.
ResponderEliminarTengo que hablar un poco sobre el lenguaje inclusivo y la teoría de género que, al parecer, el autor decide dejar poner a un lado y no tomarla en cuenta o no la conoce. Ojala sea la segunda.
He leído muchos de sus “artículos” y nunca me habían despertado la necesidad que ahora tengo… Me siente obligado a – cuestionar – su trabajo. He sido un convencido y agradecido de su pluma y de la libertad suya que le permite animarse a escribir. Pocos lo hacen. Yo, no soy uno de ellos y, por eso, le admiro.
Espero su comprensión… Maestro.
Pues no pretendo ser un escritor profesional, y sobre todo, carezco del conocimiento tecnico de la escritura. simplemente me gusta escribir y crear esa "necesidad" (que no entiendo a qué se refiere). Simplemente eso.
EliminarLamento no cumplir con tus expectativas, pero, sigue leyendo que eso me anima a seguir escribiendo.
^_^
Enteramente abierto a criticas. Me pongo a la tarea de investigar el lenguaje inclusivo y la teoria del genero.
Ya lo releí, totalmente de acuerdo con lo del contexto y los personajes. me comí varias partes importantes de la historia. tal vez lo arregle en un futuro.
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