jueves, 27 de enero de 2011

Bella

Hace unos años, en un país lejos de casa, viviendo la mejor experiencia de mi vida me topé con el destino, no le estaba buscando, solo viviendo mi vida y cumpliendo la tarea que me había sido asignada, y aun así, él me encontró. Le ignore, deje que pasara de lado pues mi atención no estaba enfocada en otra cosa que no fuera mi tarea.

Paso el tiempo, un par de años más creo, no llevaba el tiempo contado, y nuevamente se puso frente a mí, rogando a gritos que me fijara en él. Esta vez me detuve a analizar, detenidamente me fije en cada detalle, y me di cuenta que ese era el momento adecuado para hacerlo, con rasgos finos y detalles muy bien tallados, una obra de arte adjudicada a la mano de Dios pues no es posible que un mortal hiciera tal proeza. Sus redondos ojos fueron los primeros que llamaron mi atención, un verde comparado solo con la naturaleza de las hojas sanas de los bosques más vírgenes de este planeta, y una mirada con una ternura pura en esencia, profunda y alegre. Hipnotizado por esos encantos ya era difícil seguir el análisis  pero era esa misma hipnosis la que me obliga a ello; vi sus labios, esbozaban una sonrisa que contagiaba felicidad sin ningún esfuerzo, el brillo rosado que iluminaba en ellos no necesitaba de la ayuda de ningún químico, exquisito y deseable. Su rostro dibuja unos contornos dignos de una deidad griega, una cola de caballo adornaba su cabello, jugueteaba con la brisa del viento.
Comprendí en ese instante que no había más que hacer, estaba aferrado para toda la eternidad con esos encantos. Tan bella, después de todos estos años cada una de sus cualidades se ha acrecentado y me enamora con el paso del tiempo. La hice mi compañera eterna, mi aliada en la vida, es la fuente a la que acudo para fortaleza, siento rejuvenecer al ver su rostro cargado de amor y esperanza, es mi elixir. No pude equivocarme, el creador la puso en mi camino para que me ayudara en esta vida de tantas pruebas.

Su nombre me lo reservo, es mío, no es que sea egoísta o que sufra de celos, es mi tesoro y no me atrevo a que alguien lo dañe, no sabría cómo soportar esta vida sin ella. Es mi esposa, la madre de mis hijos, que han tenido la fortuna de nacer con sus rasgos y su encanto. Eternamente mía. No creo merecer tal regalo, cuantas gracias doy que alguien allá arriba se apiado de mí.

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