Justo en el momento en que pensé estar totalmente hundido en los problemas y me sentí totalmente desairado, perdí todo aliento de lucha, sin ánimos de levantarme para recibir un golpe más a la ya muy humillada integridad que quedaba en mí, precisamente en ese momento en el que la realidad parecía difumar mis esperanzas y alejarme cada vez mas de ese sentimiento de tranquilidad que tanto añoraba tener por el más pequeño de los instantes. Golpeado por los problemas, pisoteado por las dificultades, en el abismo del desconsuelo…
Una sola mano pudo levantarme, una sola mano tuvo la fuerza suficiente para cargar con todo mi peso, y no el peso corporal, sino, con el pesar de toda una vida llena de contrariedades. Esa mano, tan suave, delicada y firme; Esa mano tuvo la delicadeza de sostenerme para avanzar, de corregirme con severidad, de levantarme para seguir luchando. Esos brazos que me sostuvieron cuando estaba tambaleante hacia el destino y me arrojaron de bruces hacia la batalla de los problemas, esos brazos que luchan junto a mí, y hacen más de lo humanamente posible por defenderme.
Lo que pudo meterme en razón para enfrentar esta vida fue tu mirada, de ojos profundos y expresando amor con cada parpadeo, dándome una razón más para poder levantarme de lo más furtivo y continuar hacia la existencia de algo mejor, fue tu mirada la que logro levantarme el ánimo, con esa confianza en mí, y realmente que confiaba en mí, esa mirada.
Estuviste justo cuando te necesite, en todos los momentos de mi vida, desde que me equivoque la primera vez, allá en mí accidentada juventud, nunca me dejaste solo, nunca te fuiste de mi lado, aun en esos momentos en los que pensé estar totalmente desamparado echado a mi propia suerte. Ahora puedo ver que eras tú el que me sostenía; no encontré la explicación lógica en ese momento, no sabía cómo era posible que yo estuviera soportando tantos errores cometidos por mi propia inmadurez, y claro, eras tú, no yo, tú me levantabas cada vez que caía, y ponías claramente el camino a seguir, pero como ratón de laboratorio en experimento, nuevamente yo tropezaba, y ahí estabas para ayudarme.
Ahora solo me queda agradecerte, infinitamente. Inefable es el sentimiento de exvoto, quisiera que existiera otra palabra que expresara más gratitud que un simple “gracias”, y esa palabra es todo lo que tengo, pero no es suficiente para mí, después de todo eso que has hecho, quisiera gritar a los cuatro vientos y darte lo que tu diste por mí, pero ya no puedo, tú ya lo diste por mí también, diste tu vida por alguien como yo, y por eso las gracias no son suficientes para mí, tu vida salvo la mía. ¿Cómo puedo ahora agradecerte?
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