lunes, 25 de julio de 2011

Llegando a casa 2

5:00 pm, Ni mi jefe fue testigo del momento en que desaparecí de la empresa, salgo corriendo hacia la parada de buses más cercana para abordar la prodigiosa ruta que me lleve a casa, no doy más de 4 pasos fuera de esas puertas, que son una bendición para el sostenimiento de muchas familias, cuando las gotas del sagrado cielo amenazan con un baño improvisado y obligatorio, pero no me importa, me arriesgo y doy pasos más alargados para llegar rápido a cualquier objeto que improvise un refugio a la espera del automotor. No son muchas las gotas que alcanzaron a mojarme cuando llegue a la parada de buses, la espera fue corta aunque las gotas ya formaban un pequeño torrencial que bañaban las calles frente a mí. Llego el bus, un tumulto de gente se abarrota para ser los primero en subir, como si se tratara de algún premio por ser el primero en estar dentro de la unidad de transporte, como siempre intranquilo por la amenaza de algún pobre desgraciado con ánimos de despojarnos de lo que tanto nos cuesta, por la maldita inseguridad que vive este pulgarcito, el viaje solo dura unos minutos, me distraigo viendo los edificios, calles y carros que forman el común paisaje de la ciudad, ansioso por llegar a mi destino.

Hago una parada técnica para hacer los pagos de unos recibos, el local está más lleno que de costumbre y atrasa mis planes de llegar a casa, luego de la espera y el pago correspondiente, salgo con pasos largos y rápidos, solo 5 cuadras me separan de mi casa.

Abro la puerta, subo las gradas, Kevin me ve con ojos de alegría pero le distrae una obra de arte en tres sus dedos, un dibujo de un dragón con trazos tan finos como los de un artista experimentado, Emily me ve de lejos, abre los ojos como platos y pega una carrera en mi dirección, con un vestido de un fuerte azul adornado con flores, descalza y el con el pelo entre la frente y una sonrisa que alegra hasta el más preocupado, se lanza de bruces a mis brazos confiando plenamente en mi, le cargo y con un beso bien puesto en los cachetes entro a la casa. Vicky me espera y las ansias se le ven en los ojos, con un dolor de cuello, reflejando la carga de dos terremotos y el aguante de una vida, el cuello trabado por el estrés acumulado del esfuerzo de una buena mujer, excelente esposa y gran madre, me dispongo a su ayuda para el resto de la noche, pero ni he terminado de llegar cuando me cae el recado del amor inesperado, “Amor, faltan toallitas para Emily y una bolsa de Canelones para tu almuerzo de mañana, podes ir al súper…”, y con las ganas de un no entre labios y pensando en el camino de regreso por el que acabo de venir, las mismas cinco cuadras que acabo de caminar, digo sí, con mirada de no pero con ánimos de cumplir la recién dicha encomienda. Me alisto nueva mente y con buena compañía salgo a hacer los mandados, con Emily entre brazos y Kevin corriendo a mi lado, caminamos y jugamos, corrimos y aprendimos, reímos y disfrutamos las 5 cuadras ida y vuelta con el mandado entre las manos.

Hoy si, nuevamente en casa y con las compras hechas, me alisto para la noche, Vicky se mueve cual Frankenstein acabado de resucitar, donde va su cabeza va su cuerpo, y aun así va y alista las cosas de la cena para empezar a cocinar, después de unos regaños, enojos y caras de miedo, gano la batalla y la mando a descansar, me pongo el sombrero de chef que deberían de prohibirme usar y hago un intento de cena para todos, que a esta hora no me reclaman ni ellos ni mis tripas. La cena servida, Kevin ofrece una linda oración por los alimentos, los niños comiendo no faltan las reprimendas para los que nunca comen y que al final degustan los sagrados alimentos con sonrisa de purgatorio pero al fin comen.

Hora de la Noche de Hogar, nos reunimos en familia, esta vez alrededor de la cama, rodeando a la convaleciente de la casa, cantamos un himno y la enseñanza de la noche no se deja esperar, bajo la inspiración de algo que no comprendo pero que conozco más o menos bien, Kevin fue el centro de todo, con dramas y ejemplos que ni yo sabía que los podía hacer, todo un actor junto al niño que me seguía los pasos, aprendemos de los primeros principios y ordenanzas del evangelio, enfocados en la fe y los milagros que tanto necesitamos todos.

Y después a hacer las últimas tareas con Kevin, una tras otra a cual más ilógica, creo que por eso no he sido maestro, pero las completamos entre quejas de sueño y materiales improvisados, ahora sí, hora de dormir. Corre a ponerse su piyama, lavarse los dientes y hacer su oración, solo doy media vuelta y ya está totalmente dormido como que si le apagaron el interruptor, estaba muy cansado mi niño. Mientras Vicky se está debatiendo en una lucha entre el sueño y Emily, la bebe va ganando por supuesto, le hago el relevo y juego con ella, caritas, cosquillas, abrazos y un par de golpecitos, me baña  de baba entre besos y apretones, intenta una movida desesperada de despertar a su progenitora, pero no se lo permito, un par de cosquillas mas y esta distraída. Proyecta una energía de que no parce terminar, pero le encuentro su interruptor, son sus pestañas, se las hala suavemente y así se relaja, no tarda más de un par de segundos en ceder al sueño y ya está roncando.
Doy las últimas rondas en la casa, guardando platos, arropo a los bebes y a la bebe mayor, me encargo de los últimos negocios personales de la noche y antes de dormir, me siento a escribir.

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