martes, 10 de enero de 2012

6 años

Era solo un simple auxiliar contable, haciendo tareas comunes y repetitivas, que solo un par de semanas antes había pedido un triste y miserable incremento de posibles ingresos, los 200 papeles verdes no alcanzaban para los planes de este soñador. La petición había sido denegada, razones creo que fueron muchas o al menos así les llamaban ellos y entre tanto alarde comprendí entre líneas que simplemente no estaba en sus planes aflojar 50 papelitos más. Con una boda entre ceja y ceja y el tiempo corriendo como atleta en triatlón, sin respiro, esperaba el milagro de lo alto. A la fecha, no comprendo de donde salió mi boleto sorteado, no tengo la más mínima idea de como llego a las manos de los posibles empleadores, es uno de esos misterios que nunca comprenderé a cabalidad, aunque si sé que cuando se tiene fe, ocurren milagros, y estoy seguro que por ahí va la cosa de esta historia.
Y recibí una llamada, inconscientemente esperada y sorprendido de recibirla, una entrevista en un idioma que empezaba a dominar y al final una invitación para evaluar mis habilidades en persona. El proceso fue rápido, un par de pruebas frente a un ordenador y una entrevista bastaron para que sucediera el milagro, a escasos tres meses de contraer nupcias y haciendo números para sobrevivir con mi futura esposa, estaba en la aflicción de cancelar los planes, retrasarlos por un tiempo prudencial debido a los escasos ingresos, no era mi intención llevar a la mujer que amo a un sufrimiento sin sentido, y esta oportunidad, que no le encuentro otro apelativo que “caída del cielo”, se me presenta como un milagro, y no dudo nunca de su origen, ahí empezó la aventura de un poco mas de seis años.

Un día 13 del noveno mes comenzamos a aprender las técnicas necesarias para desempeñar nuestras labores, éramos un grupo de 25 personas en un congelador que teníamos por salón de capacitación, creo que por eso las ideas se mantenían más frescas, o tan solo aparentaban nunca abandonar el recuerdo, la capacitación fue todo un éxito, con un excelente mentor que siempre le recordare, su conocimiento era tan grande como él, fue el ejemplo a seguir y el maestro del cual reconocí aquellas artes que parecen ocultas porque muchos no las quieren ver, la de trasmitir el que sabemos, pero son las más obvias. En medio de una emergencia nacional, una amenaza de huracán había causada caos total en las líneas de comunicación mundial, empezaron las labores de poner en practica el conocimiento y la producción de lo aprendido. La meta era clara, aprender, hacerme un experto y luego utilizar ese conocimiento para crecer.

Somos seres sociables, siempre buscamos pertenecer a un grupo, y esta no fue la excepción, éramos un grupo de 4 más o menos, y creo que nunca me había reído tanto sin que me importara el entorno, cada hora de almuerzo era una hora destinada a las risas de las ocurrencias comunes de un interlocutor innato para el entretenimiento; entre risas y conversaciones apareció el primer reto, formar parte de un equipo de prueba en el idioma que apenas masticaba en ese entonces, con los nervios al máximo y queriendo encontrar razones para no subirme al bus cada día, me paralizaba la idea de hablar con personas que no les importa un comino los sentimientos del que esta al otro lado, con la única necesidad de ayudarle porque sí, pues no encontraba otra cosa que no fueran razones que me obligaban a subirme al transporte urbano para llegar a desempeñar esas funciones de servidor, empecé, quizá, la etapa más cansada de esta aventura, el desgaste mental era lo que viví día tras día, regresando a casa con la betería al mínimo y con muchas responsabilidades de frente, un bebé en camino era la más grande motivación que encontraba cada mañana, los ojos de la progenitora eran la inspiración para seguir con esos desafíos, de alguna manera u otra el equipo tuvo el éxito, tal vez no esperado, pero si anunciado, pasé a una nueva etapa de crecimiento no mucho tiempo después, las responsabilidades de actuar de detective buscando errores ajenos era la diversión de cada día, ahí empecé a conocer a los que me acompañarían el resto del camino, no a todos, pero si algunos muy importantes, personas que con algún bacil primerizo mostraron signos de amistad entrañables y poco usuales en este entorno, tal vez la etapa más relajada y con un matiz de trabajo bien hecho y empezando a conocer el tipo de futuro que esperaba. El tiempo se fue volando hasta que se presento la oportunidad de desarrollar mi vocación, al menos es lo que creo yo.

La enseñanza es lo que me atrae; cualquier persona puede ser un experto por excelencia y el único en conocimiento, pero eso no le convierte en maestro, el verdadero maestro es el que sabe como transmitir ese conocimiento a aquellos que carecen de motivación para ejercerlo; es grabar en la memoria pequeños destellos de habilidad, para el uso único del individuo; ser maestro es la profesión más grande del mundo y de todos los tiempos. Después de tantos años en este campo que tanto me gusta, ni creo haber llegado a la décima parte de lo que un buen maestro es, pero me gusta pensar que no ando muy perdido, y este fue el siguiente reto, el más grande de todos y el que me ayudaría a desarrollarme como nunca lo hubiera imaginado en esta bonita profesión, me quedo corto en palabras, espacio y dedos para poder contar con detalle deseado todo lo aprendido de los maestros de lo grande, pero bástame decir que conocí a los mejores maestros en sus ramas, a buenos y eternos amigos, acompañado de risas y lagrimas por experiencia y por felicidad. Expertos en hablar y convencer; flemáticos medidos y controlados, apasionados por sus actividades y lideres innatos de los deportes; sencillos y humildes de corazón con el deseo de ayudar como primer objetivo; amigos reales por sus simples cualidades de la propia esencia de esa cualidad; con propiedad de madres con deseo de pertenecer a la vida y amor a los que les rodean; filósofos por defecto y amantes de las buenas platicas triviales, expertos en la lengua madre y con un humor muy peculiar; empecinados en la tecnología y acorde a los sentimientos grandes y también físicamente.  Seguro estoy que el que lea esto se reconoce en las líneas que a vivas voces llevan sus nombres en mayúsculas, negrita, cursiva y subrayado.

Los retos son mi motivación más grande y el motor de mi aprendizaje, pero la gasolina para este motor no deja de ser color verde, lamentablemente, y no solo para mi, estoy seguro. En mi corto entendimiento de los oficios sigo sin comprender como es posible despreciar a las piezas más importantes dentro de una maquinaria precisa y delicada; el relojero no puede obviar el más pequeño engrane dentro de su delicada creación, cada uno con su función especifica le trata como al más importante de su formación, manejándole con un cuidado quirúrgico para que funcione en sincronía con el péndulo, pero al sentirse como escobilla, trapo de concina, forzado a dar el trabajo de mayor calidad y con poco reconocimiento, y aun así mostrando la calidad antes mencionada, no queda otra opción más que hacerse a un lado y buscar la gasolina que ha perdido ese motor tan fino en otra parte. Con deseos de quedarme por aquellos que valen cada centavo de sufrimiento pero con la vista puesta en un futuro más brillante para los míos, decidí poner fin a esta aventura, y empezar un nuevo reto.

A los que se reconocen en estas líneas, es mi forma de decir gracias, y se quedan cortas las palabras para expresar ese bello sentimiento.

Después de seis años y un poco más, ese lugar que de principio me acogió, y por milagro me encontró, o más bien los encontré, no se figura el mínimo pensamiento de lo que lo hizo sentir al darle a un futuro esposo, la oportunidad de empezar la aventura que no tiene fin. La de mi familia. 

2 comentarios:

  1. Por lejos, la mejor pieza que has escrito. Muy inspirador. Me parece sincero y nada pretencioso. Me gustó mucho el cierre… Mestro!

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  2. Aun falta mejorar... me leo y veo mis errores... pero con el tiempo. Gracias por leer.

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